La Renta Básica

*con Gonzalo Salas

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La idea de transferir un ingreso monetario de manera incondicional a todos los ciudadanos ha aglutinado distintas corrientes políticas e intelectuales en todo el mundo. La denominada renta básica es una de las pocas alternativas programáticas de peso que se han formulado desde la izquierda luego de la caída del socialismo real. Su génesis y los debates más intensos se ubican a nivel de los países centrales, principalmente en Europa. En la región, diversos intelectuales la han presentado como una política redistributiva aplicable en el contexto específico de los países latinoamericanos. En nuestro país, la idea también ha sobrevolado aunque de forma muy general. En este artículo se busca definir con claridad la propuesta, distinguirla de otros diseños de política y realizar un balance de atractivos y problemas relativos a su implementación.

Qué es y qué no es

El filosofo y economista belga Philippe Van Parijs es uno de los principales impulsores y divulgadores de esta propuesta. Define la Renta Básica (RB) como un ingreso monetario que se transfiere a todas las personas, de forma incondicional a otras fuentes de ingreso y sin mediar exigencias de trabajo o cualquier otra contraprestación. En este sentido, si bien la propuesta presenta similitudes debe distinguirse nítidamente de otros diseños de política que en mayor o menor medida se han implementado en distintos países.

La propuesta difiere claramente de cualquier transferencia monetaria que exija contrapartidas, en la cuál la unidad beneficiaria sea el hogar (y no la persona) o exista un mecanismo de focalización por el cuál se deba probar la carencia de medios económicos o el hecho de estar afectado por circunstancias particulares. En Uruguay, el Ingreso Ciudadano o el régimen de Asignaciones Familiares son ejemplos del primer grupo de políticas, en tanto entre las segundas figura el seguro de desempleo y las pensiones por invalidez. En los hechos, la implementación operativa de la renta básica en su versión pura supone la eliminación de todo este tipo de prestaciones.

Otro “pariente” cercano es el denominado Impuesto Negativo a la Renta (INR). Esta política fue diseñada originalmente en los EEUU y se ha utilizado con variado éxito en distintos países europeos. Si bien es visto muchas veces como un paso intermedio hacia la implementación de la RB, esta propuesta difiere claramente de aquella en sus connotaciones normativas y en otros aspectos de diseño relevantes. La diferencia más notable radica en que la transferencia derivada del INR depende del acceso a recursos que se obtengan por otras fuentes, en tanto que bajo un esquema de RB el acceso a la transferencia es absolutamente incondicional. El INR combina un componente de transferencia monetaria y otro de imposición directa. Así, de manera esquemática, una persona puede en términos netos recibir una transferencia o pagar impuestos en función de su nivel de ingresos. Mientras el monto de la RB se encuentra predeterminado con independencia de cuáles sean los ingresos con que cuenta la persona, la transferencia del INR - en caso de corresponderle - se determina una vez conocidos el resto de sus ingresos.

Por último, la propuesta también debe distinguirse de las denominadas pensiones básicas universales, que integran el sistema de seguridad social de algunos países. Se trata de prestaciones monetarias que se brindan a todas las personas de edad avanzada con independencia de los aportes realizados durante su vida laboral y de su situación económica actual. En general estas pensiones básicas se articulan con pilares de tipo contributivo en el marco de un diseño más general del sistema de seguridad social. Si bien la base individual de la prestación y su carácter universal la acercan al modelo de RB, existe una diferencia crucial. La RB se sirve durante toda la vida de la persona, incluyendo su etapa laboralmente activa. De hecho, como se menciona más abajo, buena parte de los atractivos destacados por sus promotores se vinculan con los efectos benéficos de la propuesta en relación a la inserción laboral de las personas.

Atractivos

La RB es un dispositivo muy simple. Cada persona recibe una suma de dinero mensual que le permite satisfacer un estándar de vida razonable para la sociedad en que vive. Los argumentos esgrimidos por los defensores de la propuesta han sido muchos y de diversa índole.

En primer lugar, se argumenta que la propuesta alteraría las condiciones de contratación en el mercado de trabajo. Para quienes viven exclusivamente de su trabajo, la decisión misma de trabajar no es voluntaria, tampoco la forma en que se quiere hacerlo. La renta básica, al proporcionar un ingreso alternativo, ampliaría la libertad de las personas para trabajar en las condiciones deseadas, sin el apremio de la necesidad.

En segundo lugar, se ha señalado que la existencia de un ingreso básico garantizado mejoraría el poder de negociación de determinado grupo de trabajadores. Paradójicamente, el mercado le reconoce un valor mayor a las actividades realizadas por trabajadores calificados, para quienes por lo general el contenido del trabajo que realizan es en sí mismo fuente de gratificación. En este sentido, se indica que los trabajadores ocupados en tareas más sacrificadas y peor remuneradas se verían beneficiados por la implementación de este tipo de políticas. La estructura salarial reconocería no sólo la escasez relativa de determinadas tareas u oficios, sino también la relativa desventaja que suponen algunos trabajos por sobre otros.

En tercer lugar, la propuesta de renta básica presentaría ventajas en el combate a la pobreza en relación a las prestaciones focalizadas, otorgadas sobre la base de una evaluación de las necesidades económicas de la persona. Por un lado, se reduce el estigma asociado a la presentación a ese tipo de programas. Si todas las personas cobran el beneficio no existen razones para sentirse socialmente reprobado. Además, la RB podría generar mayores incentivos a la participación en el mercado de trabajo formal, dado que su percepción no se interrumpe cuando la persona consigue un empleo. Por último, los programas focalizados suelen no cubrir completamente a su población objetivo dado que muchas personas ni siquiera llegan a solicitar el beneficio. Diversas razones explican este fenómeno, entre ellas la ausencia de información, la complejidad de los procedimientos de aplicación y el estigma. Los programas que logran elevados niveles de cobertura suponen en general mayores costos administrativos. La simplicidad y generalidad de la renta básica la harían superior también en este plano.

Rendimiento distributivo

Sin dudas, la propuesta tiene varios atractivos desde una perspectiva de izquierda. Sin embargo, también ha sido criticada por razones de viabilidad económica, política y por su “bajo rendimiento” en términos distributivos.

En términos económicos, su viabilidad a corto plazo no resulta demasiado clara fuera del contexto de abundancia relativa que caracteriza a los países desarrollados, salvo que se tratara de una renta extremadamente baja, lo que anularía buena parte de las bondades normativas de la propuesta. A modo de ejemplo, y para tener una idea de magnitud, transferir una renta mensual de $3000 a toda la población uruguaya entre 18 y 65 años representaría aproximadamente 13% del PIB. La cifra habla por sí sola.

En términos de economía política, no resulta claro si una reforma de este tipo lograría estabilizarse o si, por el contrario, una mayoría política circunstancial podría desmontarla sin mayores costos. Una reforma estable es una reforma difícilmente reversible, lo que cuál no es una propiedad menor si se asume la alternancia en posiciones de gobierno como un evento natural y probable. Algunos autores han sostenido que la inestabilidad a largo plazo de la renta básica estaría asociada al hecho de que las transferencias de dinero incondicionales generan oposición en la población. La gente puede estar dispuesta por razones de justicia a pagar más impuestos para financiar programas que apunten a corregir desigualdades que las personas sufren involuntariamente, como por ejemplo las derivadas de nacer en un hogar pobre. Sin embargo, puede no estar dispuesta a admitir que algunas personas opten por no realizar ninguna contribución productiva a la sociedad. De acuerdo a esta perspectiva, la renta básica violentaría normas sociales de reciprocidad profundamente arraigadas en la psicología individual, lo que no resulta trivial desde el punto de vista político.

Por último, cabe cuestionarse si no existen propuestas más potentes, en el contexto específico de países en desarrollo como Uruguay, donde existen restricciones fiscales objetivas que obligan a estudiar el rendimiento redistributivo de una política en relación a otras. Dicho de otro modo, pueden existir otras alternativas de política factibles en un momento dado que, suponiendo un costo igual o menor a la RB, generen reducciones más significativas de la desigualdad.

En este sentido, las políticas sociales aplicadas en los últimos años en la región han buscado focalizar las transferencias en los grupos más vulnerables, incluyendo en el diseño de estos programas el cumplimiento de un conjunto de contraprestaciones. Cuando los perfiles de estos grupos son fáciles de identificar, estas políticas pueden generar mejoras significativas en términos de bienestar. Uruguay es un típico caso donde los grupos más vulnerables están claramente determinados. Múltiples estudios dan cuenta de la desventaja relativa de los hogares con niños. En este marco, debe entenderse la opción reciente de fortalecer el régimen de Asignaciones Familiares, que pone el foco en este tipo de hogares. Incluso la universalización de determinados beneficios en grupos definidos (ej: niños y adolescentes) puede ofrecer mejores resultados en comparación a una renta de monto único pagada al conjunto de la población. Como ya se señaló, la focalización puede ser criticada desde diversos puntos de vista. Sin embargo, resulta evidente que dado un mismo monto de recursos optar por otro mecanismo de asignación de beneficios tendrá una menor eficacia redistributiva. Esto es algo que los críticos de la focalización también deberían tener presente.

En el final

Desde la izquierda uruguaya se hace necesario reflexionar sobre los horizontes programáticos a transitar en los próximos años. En el mundo la RB constituye un paradigma interesante desde el cuál posicionarse y podría constituir una línea a seguir en nuestro país. Múltiples méritos normativos y prácticos se le pueden conceder a la propuesta. Sin embargo, su carácter redistributivo no debería esgrimirse como uno de sus principales méritos, particularmente si se la compara con otras alternativas posibles. Asimismo, para que esta política tenga una efectividad real su cuantía deberá ser similar, por lo menos, a los umbrales de pobreza, en otras circunstancias estará condenada al fracaso. Además, su aplicabilidad depende del desarrollo relativo del país y de la abundancia de recursos con que se cuente.

Por último, no por obvio esta de más señalar que las políticas de transferencia de renta constituyen apenas un capítulo de las políticas redistributivas. Las mismas apuntan a igualar resultados, pero mantienen inalterada la desigual distribución de los activos que les permiten a las personas generar ingresos autónomamente. En este paquete entran muchas cosas: la educación, la propiedad de capital físico, tierra, acceso al crédito, los contactos y redes sociales, entre otros. Una estrategia de redistribución que olvide operar en esta última dimensión, y de forma articulada con la política de impuestos y transferencias, tendrá inexorablemente un alcance acotado.

 
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