Gente divina  

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Uruguay es actualmente un peor lugar para vivir que hace 30 años para quienes valoran vivir en una sociedad relativamente igualitaria. El ingreso medio de la población uruguaya se ha incrementado significativamente, y en virtud de esto se ha reducido la pobreza y la indigencia, pero la desigualdad de ingresos se ha incrementado. Esto último ha sucedido tanto en períodos de crecimiento económico como de recesión y crisis.

Nuestro país es significativamente más desigual que el más desigual de los países desarrollados y que buena parte de los países asiáticos y de Europa del Este.[1] Pero incluso la comparación con la región latinoamericana comienza a resultarnos incómoda. Según un estudio reciente para 17 países latinoamericanos en el período 2000-2007, Uruguay fue de los pocos países (junto a Guatemala, Costa Rica, Honduras y Nicaragua) donde la desigualdad de ingresos aumentó.[2]

En las últimas tres mediciones disponibles (2008-2010), la desigualdad de ingresos evidencia cierta reducción. Resulta probable que el despliegue completo de las políticas aplicadas en el país desde el año 2005 – nuevo sistema tributario, políticas de transferencias de ingresos y cambios institucionales en el mercado laboral – estén explicando en parte la evolución reciente, aunque resta saber en qué medida esta caída en los niveles de desigualdad se consolidará en los años próximos. De todas formas, el futuro no parece muy promisorio. Habiendo prácticamente agotado el repertorio más tradicional de instrumentos de política orientados a reducir la desigualdad - y de implementación menos conflictiva-, ésta todavía se encuentra por encima de los niveles pre-crisis del año 1998. [3]
En este post discuto dos limitaciones importantes de la información disponible en el país para realizar estudios distributivos y analizo sus implicancias en términos de la lectura que puede hacerse sobre la evolución reciente de la desigualdad y de la discusión sobre las políticas redistributivas futuras.

La primera es la inadecuada captación de los ingresos de los sectores de ingresos muy elevados en las encuestas de hogares, debido en especial a los problemas de subdeclaración de los ingresos asociados a la propiedad de capital (intereses, arrendamientos, utilidades, etc). Este es un problema largamente reconocido por los especialistas en estudios distributivos en el país y es común a todos los relevamientos de ingresos basados en encuestas de hogares. En general, cuando se habla de ingresos muy elevados se hace referencia al 0.1% o al 1% de la población de mayores ingresos. Podría pensarse que lo que suceda con este pequeño grupo no tiene efectos sobre el nivel agregado de desigualdad ni sobre su evolución. Sin embargo, los recientes estudios internacionales sobre la evolución de los Top Incomes, que corrigen las estimaciones de encuestas de hogares con información proveniente de las declaraciones de impuestos, muestran que esta apreciación es incorrecta. Por ejemplo, estimaciones realizadas para Estados Unidos para el período 1976-2006 indican que el índice de Gini oficial, estimado a partir de encuestas de hogares, no captó la mitad del incremento de la desigualdad total registrada en ese período.[4] Estimaciones realizadas para Argentina indican que el índice de Gini calculado en base a encuestas de hogares es sistemáticamente inferior al Gini corregido también en base a información tributaria. En cuanto a la evolución, la evidencia para Argentina indica que, una vez que se realizan las correcciones mencionadas, períodos de aparente estabilidad de los niveles de desigualdad fueron en realidad períodos donde la desigualdad se incrementó.[5] La conclusión fundamental de estos estudios es que la exclusión de los sectores de ingresos muy elevados podría conducir a una apreciación distorsionada de lo que efectivamente esta sucediendo con el nivel y la evolución de la desigualdad en un país dado. Esto obliga a evaluar con cautela lo que sabemos sobre la evolución reciente de la desigualdad en Uruguay.

Un segundo problema es que Uruguay carece de información sobre la distribución de la riqueza. Pese a que muchas veces suelen manejarse indistintamente en el debate público, riqueza e ingreso no son conceptos equivalentes y no reportan la misma información sobre el bienestar de las personas. La riqueza en propiedad de un hogar se define como la diferencia entre el valor total de sus activos (inmuebles, tierras, activos financieros, etc) y sus deudas. Las encuestas de hogares no reportan información de este tipo. Conocer la distribución de la riqueza resulta importante por obvias razones de justicia social, ya que una porción importante de la riqueza personal no proviene del ahorro previo sino de las herencias, uno de los mecanismos que expresan más flagrantemente la desigualdad de oportunidades. También existen variados motivos para pensar que elevados niveles de concentración de la riqueza no son buenos para la democracia y la eficiencia económica. En los países que disponen de mediciones sistemáticas, se sabe que la riqueza esta mucho más concentrada que el ingreso y no hay razones para pensar que Uruguay sea una excepción en este plano.

A nivel internacional, las limitaciones comentadas se han comenzado a sortear a través de la realización de encuestas específicas sobre riqueza y situación financiera de los hogares, utilizando técnicas estadísticas apropiadas para asegurar representatividad de los hogares de mayor patrimonio y, como ya se señaló, mediante la utilización de correcciones derivadas de la información tributaria. En general, esto ha sido posible por el trabajo de equipos inter-institucionales integrados por representantes de las agencias de producción de información estadística, institutos de investigación y las agencias de recaudación de impuestos.[6] Un elemento llamativo de la experiencia internacional es que los bancos centrales y los organismos gubernamentales vinculados a la formulación de la política macroeconómica se encuentran entre los principales interesados en la generación de este tipo de información.

Parece evidente que sin intervenciones públicas significativas orientadas a reducir la desigualdad, Uruguay se encamina paulatinamente a tocar la puerta del club de países de ingresos altos con un “gini latinoamericano”. El logro de futuros avances en materia de redistribución dependerá de la capacidad para actuar sobre los fundamentos de base de la desigualdad. Además de apuntar a mejorar el desempeño de nuestro sistema educativo, la agenda redistributiva futura necesariamente deberá ingresar en el estudio de la distribución del patrimonio y de los mecanismos de transmisión intergeneracional del mismo. La posibilidad de establecer mayores niveles de imposición a los sectores de muy altos ingresos tampoco debería quedar excluida. Para evaluar la viabilidad económica de eventuales medidas en estas áreas y construir condiciones de viabilidad política para su implementación se requiere información que hoy no disponemos.

Tenemos un conocimiento razonable de las condiciones de vida de los pobres y de las familias de ingresos medios y medios-altos. Pero sabemos muy poco de lo que sucede con los hogares de ingresos muy elevados y propietarios de patrimonios significativos. Una nueva generación de estudios distributivos en el país debería posibilitarnos entender lo que sucede dentro de las familias ricas del Uruguay.

*Nota originalmente publicada en Razones & Personas, Diciembre 2011.
*Foto de Cristian Pérez
[1] Gasparini y Lustig, 2011. “The Rise and Fall of Income Inequality in Latin America,” CEDLAS, Working Papers 0118, CEDLAS, Universidad Nacional de La Plata.
[2] Lustig y López-Calva (2010), “Declining Inequality in Latin America: a Decade of Progress?”, Brookings Institution Press and UNDP.
[3] Por un análisis de la evolución de la desigualdad en Uruguay en las últimas décadas y una evaluación de los efectos de las políticas recientes ver Amarante V. y Vigorito A.(2011). “Los futuros posibles de la desigualdad de ingresos”, en Arocena R. y Caetano G.(comp) La aventura uruguaya. Tomo II. Random House-Mondadori. Montevideo.
[4] Ver Atkinson, Piketty y Saez, 2011. “Top Incomes in the Long Run of History,” Journal of Economic Literature, vol. 49(1), pp 3-71.
[5] Alvaredo y Piketty (2010), “The Dynamics of Income Concentration in Developed and Developing Countries: A View from the Top”, en Lopez-Calva y Lustig (eds.), Declining Inequality in Latin America: a Decade of Progress?, Brookings Institution Press and UNDP.
[6] Un esfuerzo relativamente reciente de compatibilización internacional de encuestas de riqueza a nivel de hogares es el Luxembourg Wealth Study (LWS). http://www.lisdatacenter.org/our-data/lws-database/.

 
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