Uno por ciento
Una limitación ampliamente reconocida de los estudios nacionales sobre desigualdad económica, a la que me referí en una vieja entrada del blog, ha sido la inadecuada medición de los ingresos altos y muy altos. Una mala captación de estos ingresos, aún cuando por definición refieran a grupos muy pequeños de la población, podría llevarnos a tener una idea distorsionada de lo que efectivamente sucede con el nivel y la evolución de la desigualdad de ingresos. Se trata de una dificultad compartida por todos los estudios basados en encuestas de hogares, fuente de información sobre la que tradicionalmente se han basado las investigaciones en esta área no sólo en Uruguay sino también en la región. Obviamente, no se trata de una preocupación meramente técnica. Los debates públicos sobre los problemas económicos y sociales y el menú de opciones de política que pugnan respecto a cómo afrontarlos tienden a verse severamente empobreciddos si los fenómenos no son mensurados correctamente.
Afortunadamente este panorama ha comenzado a cambiar. Desde 2013, un equipo de investigación del Instituto de Economía[1], en el marco de un convenio con el Centro de Estudios Fiscales y gracias a la cooperación de la Dirección General Impositiva, viene trabajando en el estudio de la evolución reciente de la desigualdad y en la caracterización de los sectores de altos ingresos en Uruguay, recurriendo por primera vez a la utilización de registros tributarios.
Cuatro resultados principales emergen de estos trabajos. Primero, se confirman los problemas de captación de la encuesta de hogares. Algunos números ilustran elocuentemente su gravedad. En 2012, el ingreso promedio de las personas pertenecientes al 1% de la población de mayores ingresos en Uruguay computado a partir de la encuesta resultó ser aproximadamente la mitad del reportado en los registros tributarios. Entre 2009 y 2012, la participación del 1% en el ingreso total se redujo de 11.6% a 7.3% cuando se computa utilizando la encuesta, lo que sugeriría una menor concentración del ingreso en la elite. Sin embargo, dicha participación muestra una evolución totalmente diferente cuando se utilizan los registros tributarios, manteniéndose estable durante el periodo en el entorno del 14%. Segundo, globalmente se verifica una caída de la desigualdad de ingresos, aunque dicha caída es bastante menos espectacular en los registros en comparación a la encuesta de hogares. Tercero, se encuentra un moderado efecto redistributivo de la tributación a la renta personal: el impuesto a la renta reduce la participación del 1% en algo más de un punto porcentual. Cuarto, las posiciones de altos ingresos parecen ser altamente persistentes: la probabilidad de un individuo de permanecer en el 1% de mayores ingresos de un año a otro es mayor al 80%. Se trata de un resultado importante dado que un elevado nivel de concentración podría juzgarse como menos problemático si existiera alta movilidad, es decir si las posiciones de privilegio en la estructura económica cambiaran sus ocupantes con relativa fluidez. Por el contrario, la elite económica en Uruguay parece ser un club relativamente exclusivo al que resulta improbable ingresar y del que resulta improbable salir.
Cabe destacar que Uruguay es el cuarto país con mayor nivel de concentración del ingreso antes de impuestos en un total de 29 países para los que se dispone de mediciones metodológicamente compatibles.[2] Asimismo, si bien la capacidad redistributiva del sistema tributario uruguayo ha mejorado luego de su reciente reforma, esta es relativamente baja si se la compara con la que tienen los sistemas maduros de tributación a la renta propios de los países desarrollados.
Estas nuevas investigaciones emergen en un contexto donde la desigualdad no aparece como tema central de la agenda económica, que nuevamente vuelve a estar dominada por temas como la inflación, el déficit fiscal y la desaceleración del crecimiento. No parece haber elementos que justifiquen tal abandono. Una desigualdad elevada es odiosa en virtud de argumentos de justicia pero también porque obstaculiza a través de variados canales el desarrollo de una economía próspera y eficiente. Probablemente, la tendencia reciente a la reducción de la desigualdad, en realidad mucho más modesta cuando se captan adecuadamente los altos ingresos, y el ilusorio confort que nos genera ser un país relativamente igualitario en un continente extremadamente desigual expliquen en algo este estado de situación. Pero seguramente existen razones más sutiles para dar cuenta de este sesgo. Al final de cuentas, la agenda de debate económico está marcada mayormente por economistas que sirven profesionalmente intereses privados, que se corresponden muchas veces con posiciones de muy altos ingresos relativos en la sociedad uruguaya. Es natural que la desigualdad no ocupe un lugar destacado entre las preocupaciones de quienes asesoran a la elite.[3]
*Nota orginalmente publicada en ladiaria, Mayo 2016.
[1] El equipo ha estado integrado por Andrea Vigorito, Mauricio De Rosa, Fernando Esponda y quien escribe. Las opiniones son obviamente personales y no comprometen al resto del equipo. Los documentos asociados a estas investigaciones pueden consultarse en el siguiente link
[2] Los datos de Uruguay han sido incorporados en la World Top Incomes Database. http://wid.world/
[3] El economista italiano Luigi Zingales hace una interesante discusión sobre los problemas de captura de los economistas por parte de intereses empresariales:
http://faculty.chicagobooth.edu/luigi.zingales/papers/research/Preventing_Economists_Capture.pdf